Eran cerca de las 2 de la madrugada y la gente se agolpaba más de lo normal en la pequeña rotonda de la emblemática cuesta de Juan XXIII.
Primeros acordes de la banda de música, los inevitables nervios entre los comisionados, y un leve barullo cuando los bomberos hacen su aparición.
Ya ha llegado el momento: la bellea enciende la mecha y se inicia la cremà.
Emoción, un toque de magia, y la diversión de la banyà. Sin duda, uno de los momentos más emotivos que se pueden vivir en Juan XXIII.
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